26/01/2009

Así soy yo

Bueno, hace ya un buen rato que no escribía en el blog, pero hoy tengo una buena excusa: estoy vivo. Sí, sé que eso puede sonar al pseudoromántico cliché de un marihuanero o a la primera frase del esperpento del doctor Frankenstein; pero no es así, nos equivocamos todos. Aunque sí es verdad que casi cuelgo estos guayos, aún estoy para dar lidia un buen tiempo en esta tierrita –ahora bastante gaucha– en donde habito. Mientras escribo, sigo convaleciente, con ganas de hablar sobre cualquier cosa y de tomarme un buen café, pero mi pobre cuerpito aún no puede tomar café así que vamos a la parte de hablar más bien. Sí, el doctor dijo que debía tomar reposo, pero cuando uno ha estado los últimos cinco días de la vida tirado en la cama, en el suelo, en un sillón, cada hora, no tiene ganas de tomar reposo. Primero que todo porque la espalda duele cada que cambia de forma (de la cama al suelo, del suelo al sillón, del sillón a la cama) y ahora sólo quiero borrarme un poco la línea que tengo en la nalga, sentado en esta silla, escribiendo un poco, porque así soy yo.

Bueno, en este tiempo que dejé de escribir en mi blog pasaron un montón de cosas lamentables: murió George Carlin, murió Pavarotti, murió Gómez de León, la tan aclamada operación Jaque hizo olvidar a los tantos otros mil secuestrados, Dayana Mendoza ganó el miss universo para el inope de Chávez y el atentado terrorista durante el aniversario del Grito de Dolores en Michoacán, entre otras cuantas. Pero también pasaron buenas, algunas, no digo que todas, pero sí me alegro que hayan agarrado a los estafadores de la pirámide DMG –aunque agarrado es un decir–, también me pareció muy bien que Obama quedara elegido presidente, el sueño de Luther King. Como dicen por ahí, el muerto al hoyo y el vivo al baile, así que vamos a darle. Aunque también pasaron mil cosas buenas, por lo menos para mí. Me mudé a Argentina, he conocido lugares y personas magníficas y de a poco me voy internacionalizando. Un par de amores en el camino me han aburrido y otro par me ha sacado alegrías. Nada del otro mundo, cosas que pasan en los viajes.

Hoy quería recordar, hacer un vademécum de mis viejos amores, pero resulta que no me acuerdo ya de ninguno. La última vez que creí hablar con un amor, me decepcionó y a la gente que me decepciona prefiero olvidarla en vez de recriminarle el porqué no es como yo esperé que fuera –o cosas del estilo–. Así que cero vademécum y cero amores, como quien dijo: vuelve y juega. Pero tampoco es que ahora mismo haya mil mujeres muriéndose por este moribundo, así que no me preocupa si me crece la barba y el pelo se me enmaraña, lo bueno de estar soltero y sin compromiso aparente es que esas cosas no le preocupan más los días martes o miércoles, pero sí los viernes y sábados. Aunque ¿saben qué? Al carajo, tampoco me preocupan los sábados, tal vez sí los viernes un poco, sólo para no parecer el loco del costal que no sabe en qué realidad vive y sale sin afeitarse, con colonia y con desodorante. La verdad es que no aprendo muy bien por qué importa más el afeitarse que el oler bien, pero bueno, no quiero parecer el loco del costal con ustedes tampoco, así que yo también sé la respuesta o me la imagino, pero me da tristeza con esos pelitos que son mutilados y se desprenden y se caen y se pierden en el lavamanos y se van por los caños y se ahogan mezclados con heces de todos los tamaños y colores. Me da mucha lástima por esos pelitos, también me dan lástima porque yo no quisiera ser mutilado y bañado en cuanta secreción encontrase en el camino y porque soy una persona sensible a fin de cuentas. Me conmueve que mis pelitos vayan a parar a cualquier lugar, sin embargo no quiero parecer el loco del costal y me los mutilo y los veo perderse en el lavamanos por el agua y a veces derramo una lagrimita, porque así soy yo –no siempre es porque me corto como creerían algunos–.

Dentro de las cosas que no me preocupa por estar soltero, o por alguna extraña razón, es el hecho de poder elegir qué quiero sin que alguien me vaya a seguir idénticamente y quitarle la originalidad a mi pedido o a mis ganas de cerveza en un vaso delgado. Yo soy así, si pido una cerveza Corona helada, prefiero ser el único del lugar que se tome una cerveza Corona helada. Eso me da cierto placer de ser original y de no pedir lo mismo que todos en el bar, ¡ah! Pero si todos están tomando Corona, yo me pido una Quilmes y me la disfruto más que cualquiera, sólo el hecho de ser diferente me gusta y lo disfruto y no me aflijo como los tontos que no saben qué pedir si no están en manada. No me preocupa, de hecho me gusta, que alguien no pida lo mismo que yo pido y que ese alguien tenga la seguridad de que yo voy a estar ahí para siempre, hasta cuando me crezca de nuevo la barba, un poco más blanca y menos asustadiza, y me salga más barriga y se me arrugue más la piel. Yo siempre imagino que a uno no lo imaginan viejo, sólo quieren estar con uno hasta que las ganas de estar con uno desaparezcan, sin embargo dicen mil cosas para asegurarse de que uno no se va a ir y las va a dejar con los crespos hechos, porque a nadie le gusta quedar con los crespos hechos. Siempre imagino que no se dan cuenta de que uno va a estar ahí, al igual que ellas, por un tiempo y que luego se va a aburrir, diga lo que diga, haga lo que haga, porque así somos. Yo siempre soy de imaginarme esas pequeñas cosas y me gusta, me gusta pensar y parecer el loco del costal, a veces. La verdad es que no me preocupa parecer como el loco del costal y salir sin afeitar, pero con colonia y desodorante, porque así, a veces, soy yo.

Daniel.