Esto es el colmo: llevo aquí sentado más de veinticinco minutos y aún
nadie aparece. Es el peor lugar de estos que he visitado, y eso que
estoy contando los que visité en Lima. Eso sólo me pasa a mí:
cuatrocientos lugares para elegir y me meto al peor. Creo que cuando
Edward Murphy Jr. rezó su máxima “si algo puede salir mal, saldrá mal”,
lo hizo pensando en mí. De hecho, lo hizo mostrando la foto de mis
grados de primaria, en la cual al fotógrafo que contrataron le pareció
gracioso dejar una foto de prueba en la que me estaba hurgando la nariz.
Ya van treintitrés minutos y nadie aparece todavía. Debería irme a
otro lado, aunque sabiendo mi suerte, justo en el momento en que ponga
un pie afuera, alguien aparecerá para atenderme y se dará el incómodo
momento donde esa persona intentará convencerme de que me quede y yo
diré cualquier excusa que sea más importante que el hecho de haber
esperado treintitrés minutos.
Debería dejar una carta en el buzón de sugerencias, aunque para eso
primero debería sugerir que pusieran uno de esos buzones. Ahí viene un
trabajador de este sitio, ¡ya se va a enterar!
— Oiga, ¿qué es esta falta de respeto con el cliente? Estoy aquí hace más de media hora y aún nadie ha venido a atenderme.
— Señor…
— ¡Señor, nada! Les debería dar vergüenza el trato que ustedes
manejan. ¡Esta es la primera y la última vez que vengo a este lugar!
— Señor…
— ¡Déjeme terminar! Me parece el colmo que una persona llegue con
hambre y aun así eso no les importe a ustedes. Voy a hacer que les hagan
una crítica bien mala en El Colombiano, para que aprendan. Ahora sí,
¿qué tiene para decir en su defensa?
— Señor, esto es autoservicio.