6/05/2009

Crónicas de un zapato

Yo no sé mucho de la vida, pero sé que soy un zapato. No sólo un zapato cualquiera, sino uno con una verdad revelada. Bueno, para evitar confusiones les contaré, desde el comienzo, cómo obtuve esta revelación; es decir, cómo conocí a «el diestro» y supe qué zapato quería ser. Estábamos cómodos en la casa de Adriana, a punto de ver una película, cuando de repente ella dijo «quítate esos zapatos antes de montarte a la cama». Entonces salí de la comodidad, calentita y apretada, en la que estaba y quedé en el piso, al lado del control del televisor, un par de revistas y un cubo de la basura, cual vil zapato. Como no alcanzaba a ver el televisor, me puse a inspeccionar el lugar. Encontré –además del control, las revistas y el basurero– al zapato que cambió mi vida por completo: «el diestro». La conversación no tardó en darse y me enteré, gracias a «el diestro», que el género de los zapatos no es ni masculino, ni femenino, sino izquierdo y derecho. «¿Entonces eres derecho?», le pregunté en medio de mi aturdido asombro. «No, el derecho eres tú, yo soy el diestro», dijo mientras se pasaba sus cordones por su lengüeta, como si no creyera que yo fuera capaz de comprender. «La verdad soy un zapato izquierdo, pero no me podían poner el zurdo porque la gente me hubiera confundido con una colección de la competencia… bueno, eso, o nos habríamos ganado enemigos políticos», me dijo entre risas, dejándome más intrigado y consternado que antes.

Mientras se seguía rascando su lengüeta yo lo miraba de arriba a abajo –sin salir de mi asombro–, era el zapato izquierdo más extraño que había llegado a ver en mi vida. Bueno, realmente era el único zapato izquierdo que había visto. Su suela era impecable y todo su cuerpo estaba lleno de líneas y colores radiantes; nunca supe exactamente cuál fue el factor decisivo, pero después de mirarlo detenidamente, era lo más hermoso que había llegado a ver. Cinco minutos y un incómodo silencio después, le pregunté a «el diestro» cómo estaba y él me dijo mirándome fijamente: «como un zapato». Reímos y contamos un par de chistes de zapatos más, mientras la película transcurría. En un momento me preguntó: «Oye, ¿qué tipo de zapato eres?». Le dije que no lo sabía y me preguntó entonces que qué tipo de zapato quería ser. Cuando le volví a contestar que no sabía, «el diestro» me predicó un sermón acerca de que un zapato no podía ir por ahí sin saber qué tipo de zapato era y menos aún sin saber qué tipo de zapato quería ser. «Tienes que aprender que se elige ser zapato, y no de otra forma, porque se da cuenta que hay una misión qué desempeñar en esta vida de zapato. Yo, por ejemplo, elegí ser zapato y hacerme pintar por todos lados porque así hago sonreír a Adriana cada vez que me mira. Definitivamente, uno elige ser zapato, y no de otra forma. Ya, si tu me pides que sea pastilla o palillo de dientes o rueda de carro, yo te responderé que no, que ni demente, porque así no podría hacer sonreír a nadie y, a fin de cuentas, ese es el destino de la vida». Por un momento me entristeció su rechazo, pero luego me alegró saber que se había preocupado por mí y que me había regalado un poco de su sabiduría de zapato.

Hoy recuerdo ese día como el más glorioso de mi vida, porque aunque ese mismo día Adriana y Gustavo terminaron, yo conocí a «el diestro» y obtuve, no lo vine a saber sino después de un tiempo, la verdad revelada sobre los zapatos. A veces, cuando estoy solo dentro del armario, me convenzo a mí mismo que un día Gustavo llamará a Adriana y que «el diestro» y yo nos volveremos a ver y a reír de chistes de zapatos y yo volveré a recibir una lección de zapato sabia. A veces, cuando estoy solo dentro del armario, pienso en sus tiernas y condescendientes palabras de despedida y en lo mal zapato que a veces he sido por no haber sabido qué zapato era, ni qué zapato quería ser. A veces, cuando estoy solo dentro del armario, pienso que en realidad no soy un zapato, sino un descubridor que va por el mundo descubriendo cosas, que va descubriendo cosas como, por ejemplo, la verdad revelada sobre los zapatos, y entonces me animo y hasta se me sale la plantilla de tanta emoción. Hace poco descubrí algo. Sé que es de esos descubrimientos definitivos, con los que uno se queda hasta que se le dobla la suela y lo mandan al cementerio de los zapatos. Hace poco descubrí qué tipo de zapato quiero ser de mayor. De mayor, yo quiero ser como «el diestro».

¿Y ustedes qué tipo de zapato son?

Daniel.

P.D.: Dedicado a mi vieja –pero joven– amiga Daniela Giraldo y su naciente empresa de zapatos (sí, es ella la de la foto, pero no, tiene novio y no le gusta dar su correo para que le anden haciendo propuestas indecentes... decentes tampoco). Corazón, mucha suerte. Un abrazo.

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