14/03/2009

De las salidas a discotecas

«¿Para tu departamento o para el mío?» fue lo único que le alcancé a entender mientras bailábamos algo parecido a un merengue. Luego terminamos de bailar, intercambiamos números con la excusa de que iba a buscar a los amigos que me esperaban afuera y huí. Huí de ahí casi con nostalgia por haber echado a perder lo que pudo haber sido una noche llena de sexo, alcohol y uno que otro cigarrillo que dejaría perfumada mi casa un par de días. Esto pasó anoche y estoy seguro que un lector promedio –sobre todo si es hombre– estará pensando, si es que no ha dejado de leer, que soy el tipo más idiota del mundo, pues ¿cómo voy a desaprovechar una oportunidad para tener sexo con una completa desconocida? Todos tienen razón, soy un idiota. Pero es que, como decía nuestro buen Julito, hay que ser realmente idiota para...

El problema no fue exactamente la pregunta que me hizo esta aparentemente hermosa mujer –partiendo del hecho que todas las mujeres en una discoteca son hermosas–, el problema fue de otra índole. Tal vez si hubiéramos estado en un bar, tomándonos unas copas, y me hubiera preguntado lo mismo, seguro aceptaría, le diría que en mi departamento tenía una botella de whiskey a medio empezar y preservativos en buen estado, porque eso sí: la seguridad ante todo. Aunque claro, para que esto hubiera pasado, primero hubiera tenido que comprobar que tenía un adecuado funcionamiento en el lóbulo frontal. Sí, lo sé, soy muy complicado y es que acostarse conmigo no es tarea fácil; lo fácil es desechado rápidamente, de lo fácil uno se aburre. El problema, como decía, radicó en el ambiente, en la ridiculez que supone estar tomando un vodka por diez veces su costo original, oír música a decibeles incalculables, estar casi atontado por el montón de luces, lucecitas y lucezotas y a pesar de estar rodeado de mujeres hermosas, tener la plena seguridad de que te van a rechazar simplemente porque sí, porque están en la cacería de un nuevo novio, porque necesitan llenar su soledad y la manera más rápida es satisfacer su ego con los paupérrimos piropos de los que pasan a su lado.

Es que esa es la conducta en las discotecas, lugares que se hicieron para facilitarles el apareamiento y emparejamiento a los jóvenes que no hablan demasiado. Si estoy solo, por mi parte prefiero leerme un buen libro en algún barcito con la luz suficiente y el volumen de la música adecuado para leer. Cada cual piensa lo que quiera, para algunas yo soy de esos tipos aburridos que prefieren ponerse a hablar acerca de la efectividad de que en las cajetillas de cigarrillos impriman que «el cigarrillo reduce el tamaño del pene», antes que hablar de las trivialidades del día a día. En cambio para otras tantas, muy seguramente contadas con los dedos de mi mano izquierda, soy un tipo con el que se puede dialogar y reírse un rato. Ahora que recuerdo, no sé si las pueda contar con los dedos de mi mano izquierda, creo que son menos, la puedo contar con un solo dedo –eso es porque tampoco tengo claro para quiénes soy el tipo con el que se puede dialogar y reírse un rato–; no, mis exnovias no son una clara referencia, por algo ahora son exnovias y no otra cosa; no, tampoco puedo contar a mis amigas, vaya usted a saber si realmente son amigas o sólo me quieren porque tengo unas gafas hermosas; eso menos aún, yo no puedo ponerme a contar las mujeres que me atienden en los kioscos, bares, cafés… es su trabajo atender bien al cliente; y, por supuesto, tampoco puedo contar a las nenas con las que he tenido sexo ocasionalmente, ellas necesitaban sentirse deseadas, no precisamente yo las conquisté con mi desbaratado discurso.

Pero la cuestión aquí es que ir a las discotecas me parece una completa pérdida de tiempo, primero porque no tiene sentido ir «a bailar» a no ser que haya una buena orquesta tocando o un DJ aceptablemente bueno –aunque, lo admito, la música electrónica no es mi fuerte–. La gente va a las discotecas para terminar en la cama, punto. ¿No? Bueno, tal vez el 1% no lo haga; está bien, ese 1% fue un eufemismo. No digo que la gente vaya a la discoteca para terminar en la cama necesariamente ese mismo día, al menos van para tener alguien con quien compartir un rato, porque la gente está sola. Sí, lo dije claramente: la gente está sola. La gente en el fondo no se conoce, ni se respeta a ella misma y eso le hace no conocer, ni respetar a los demás. Pero bueno, no quiero llevar esta conversación que estamos teniendo por otro lado, así que volvamos a las posibilidades de las discotecas…

Claro que está la gente que dice: sí, yo voy a la discoteca no más a divertirme. ¿Sí? Si uno quiere divertirse, llama a los amigos y se arma una fiesta en la casa de alguno, baila con amigas, se toma un par de cervezas al precio real y socializa. Así que de esa gente que se engaña a sí misma no vamos a hablar. Vamos a hablar de cómo va la gente cuando va a las discotecas: acompañada. Pueden ir en grupos o en parejas –sean un par de amigos o novios–, aunque lo más común es ver a grupos o a grupos de parejas. Del grupo de gente que va a la discoteca, puede haber una persona que fue llevada contra su voluntad; en la mayoría de los casos, esa persona puedo ser yo. Las mujeres no son más reacias a ir a las discotecas solas, les gusta ir, les gusta sentirse lindas, pero no acosadas y eso es lo que los hombres que van a las discotecas no entienden –y los que lo entienden saben llevar a la «presa» directo a otro lugar, es decir sacarla de donde está rodeada por cientos de hombres babeando por su belleza, y ahí tomarla por sorpresa–.

Anoche, cuando la fiesta había acabado, me senté al frente de la discoteca mientras me prendí un cigarrillo. Me senté para descansar un poco y esperar a los amigos que nunca encontré adentro de la discoteca. Mi cigarrillo y yo vimos cómo las parejas recién formadas salían con prisa para meterse en cualquier motel, vimos un par de tipos –de unos 25 años– peleándose por una rubiecita que estaba dándole el teléfono al gordo del Mercedes Benz y, cuando ya estaba todo casi acabado, vimos cómo salía esa completa desconocida, del brazo de otro tipo que le dio la respuesta correcta cuando ella le preguntó «¿para tu departamento o para el mío?».

Daniel.

3 comentarios:

Mauricio Alejandro dijo...

Ah parc... excelente crónica, cuanta verdad urbana metió sobre las discotecas... ni modo, la gente está sola y es un lugar buenísimo para juntar soledades.

July Guevara dijo...

jajjajajja... y já. Tus ex novias somos más de una y te juro que no fue por tus gafas, (lo digo por mi, ni que se empezó... ni mucho menos que se terminó)... jajjajajaja. Bueno ahora si en serio ¿la crónica es real?? o solo uno de esos momentos en que te dicen: "Hey Dani, vamos a la Discoteca?" y en vez de vivir todo lo que ya has vivido de nuevo, mejor les dices: "no hombre, gracias, tengo dolor de cabeza" y te pusiste a escribir??. Y si respondes te agradezco, estos comentarios serian más entretenidos si se convirtieran en una especie de foro con el autor.
Un abrazo, negro.

Daniel Paniagua dijo...

Corazón, vos sabés que lo que escribo, muchas veces, tiene algo de verdad. Esto me pasó realmente; la gente es muy rara y está muy sola, creo que por eso es que es rara.

Aunque eso sí: al final de la salida (como a las 7 u 8 de la mañana), en efecto, tenía un dolor de cabeza terrible, cosa que me hizo reafirmarme el porqué prefiero un buen café. Gracias por el comentario :).