26/06/2010

Andáte a la mierda

¿No se han dado cuenta que últimamente ya nadie está bien? Antes, recuerdo, todos estaban bien, pasara lo que pasara, quedara presidente quien quedara, fueran amados o no, tuvieran dinero o no: todos andaban como si hubieran acabado de tener el mejor orgasmo de sus vidas. Uno preguntaba:

— ¿Qué hubo, cómo vas?
— ¡Muy bien!, ¡excelente!, ¡fenomenal! ¿Y vos qué?

Y de repente la conversación fluía lo más de bien, pero ahora las cosas no son así. Desde hace un tiempo para acá la gente ha comenzado a responder cosas tan pesimistas como: «ahí vamos, respirando», «dame una moneda y te digo que bien», «remándola como los pitufos», «más de malas que un emo crespo», «para abajo como pipi de viejito». Definitivamente, esta gente de hoy en día hace quedar a Murphy como el ser más optimista.

Yo mismo, que me he considerado una persona altamente positiva y optimista, hace poco llamé a una amiga y me sorprendí cuando me respondió al típico saludo con su: «¡muy bien Dani, mejor no podría estar y tú!». Me quedé espantado, se me heló la espalda y se me erizó el pelo. Antes de colgar el teléfono, sólo atiné a gritarle: «¡anormal!».

Sin ir más lejos, y para ilustrar la condición pesimista y negativa de la sociedad, les voy a compartir una pequeña historia que presencié hace menos de una semana.

Yo iba en el Metro y, como por «inteligente» dejé mi iPod, con audífonos y cargador, conectado en un café internet al sur de Ecuador, no tenía mejor cosa qué hacer que escuchar la discusión de una joven pareja: ella le gritaba sin parar, él, en una actitud envidiable, la escuchaba serenamente.

— Vos, ¡que nunca me presentás a tus amigos! — reprochaba la susodicha. Yo le hubiera contestado:
— Es que yo no tengo amigos, ellos son solamente conocidos.

Media hora duró ella sacándole los trapitos al sol, apuntándole cada cagada que el pobre tipo había cometido; por lo menos, las que ella conocía.

— Y ni hablar de las quincenas: a vos te pagan y te vas a emborrachar solo, ¡a mí ya desde hace dos años que no me comprás ni un helado! — vociferaba la mujer. Yo sí le hubiera dicho:
— ¿Y yo cómo iba a saber que vendías helados?

Es que hay un axioma de las relaciones: lo de ella es de ella y lo de uno... también es de ella. No me dejen salir del tema, volvamos entonces a la pareja del metro. Sin exagerar fue media hora de ella gritándole al oído, media hora en la que el novio, o lo que fuere, se comportó como un caballero, sin responderle una sola palabra. Después de un largo silencio, en el que ella esperó que él hiciera su defensa pero no obtuvo más que las miradas de todos los pasajeros, la fiera, llorando casi desconsoladamente, le dijo:

— ¡¡¡Pero contestáme, mierda, decíme algo!!!

El tipo comenzó a mirarla detenidamente, mientras se sobaba repetidamente con el dedo índice la nariz, como diciéndole que tenía sucia la nariz. Ella se río.

Yo aplaudí internamente. Dentro de mí se armó una hinchada para este valiente, sincero y demagogo personaje. Y no era yo el único, muchos pasajeros demostraban gestos aprobatorios hacia el joven. Pero como a las mujeres cuando están llorando les molesta que uno les haga perder la concentración al hacerlas reír, ella, impotente ante la mudez del tipo, de una cachetada le dejó su mano, con anillo y todo, marcada en la cara.

Hubo un silencio general en el metro; los que hablaban por celular suspendieron sus llamadas, los que escuchaban música se quitaron los audífonos, los que hablaban entre sí se callaron, las madres le taparon los ojos a sus hijos y algunos temieron por sus vidas. Yo por dentro coreaba: «¡que le pegue, que le pegue!».

El metro se detuvo, las puertas se abrieron, ella se paró impulsivamente y antes de salir del vagón, gritó a los cuatro vientos: «¿sabés qué? ¡Andáte a la mierda!».

El tipo se quedó sentado y levantó los hombros ante las miradas inquisidoras de todos los pasajeros. Yo me quedé parado, esperando a que él hiciera algo, la insultara por lo bajito, le mostrara los dientes, le sacara la lengua, le tirara un zapato. Pero él no hizo nada.

Creo que pensó lo mismo que pensé yo un tiempo después: «¿para qué me pedís que me vaya a la mierda? Con vos, en la mierda estoy desde hace rato».

Daniel.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajaj muy buenom aunque me parece como sacado de una pelicula de ficción el hecho de que el tipo no le respondiera absolutamente nada a la vieja, como estan los tiempos lo minimo que hubiera hecho un hombre en una situación de esas era haberle mentado la madre para que dejara de joder.

Kellyest dijo...

Por lo visto no fuí la 1era en leer esta publicación, pero noté que le hiciste unos pequeños cambios, cambios que me agradaron porque con la historia inicial quedaba a la expectativa de saber que pasaba con la pareja, vos sabes, ese morbo que uno mantiene para todo y mas si es por lo ajeno. Bueno de igual forma muy educado el tipo o muy acostumbrado al humor de su pareja, de todas maneras estaba en público y lo mejor para él fue haber hecho lo que hizo... nada.
Dany, lo disfruté bastante y de nuevo volví a reirme con el comienzo, vaya que la gente si tiene respuestas para definir un mal estado de animo :P