10/06/2010

Resaca de los veintitantos

La vida me pasa de lado mientras miro el calendario. Diez de junio de dos mil algo; supongo que nueve o diez. Es la una y poco más de la tarde, no hace calor, no hace frío, no hace nada en este cuarto. Estoy solo con mis ideas, mis libros, varios miles de pesos y la lata de una Budweiser de cumpleaños. Desasosiego puede ser la palabra que estoy buscando para definir la resaca de estos veintitantos años.

Esta quietud que me lleva del espanto a la paz es interrumpida por canciones y laberintos mentales. Por lo menos es de día, tengo diez minutos libres y puedo sentarme a describir cómo la vida me pasa de lado y le sucede a los otros, mientras yo espero que me suceda a mí.

De noche no consigo dormir desde hace un tiempo. De día tengo sueño, pero no consigo el descanso. Miedo, angustia, dolor, ganas de describir la mierda ajena, vergüenza y decepción propia es lo que siento cuando aún faltan varias horas para que salga el sol. ¿Que por qué no escribo en la noche y hago catársis? El miedo me paraliza. Escribo de día porque estos rayos de sol, a los que les huyo cada que puedo, me hacen recordar que estoy vivo y que ella está conmigo; de nuevo, vuelve y juega, para siempre.

«Para siempre», vaya expresión. Todo dura «para siempre», siempre y cuando lo traigamos a colación. Nuestro primer beso, por ejemplo, todavía es vigente, es «para siempre» como todos los primeros besos. Las cicatrices que tengo me dicen que todo se cura, que los dolores del pasado nos hacen quienes somos hoy, aunque no los recordemos. «Para siempre» es un minuto y toda la vida y los pájaros que migran en invierno. «Para siempre» bien puede ser «te invito a un café», «te ves muy linda sonriendo», «casémonos», «esto no funciona más» o «andáte a la mierda». A voluntad todo es «para siempre» o todo se borra de inmediato: cuestión de elegir.

No puede ser que haya estado tanto tiempo sin escribir pendejadas en este blog, esa es la razón por la que tengo tanta basura acumulada; tanto hastío. Me pasa que miro mi agenda y no consigo juntar dos horas libres al día, sin embargo les voy robando un poco de tiempo a cada uno de los proyectos que dirijo y conformo para hacerla feliz, para vivir.

Ahora vuelvo a mirar mi agenda y me percato que hace un tiempo anoté: «escribir en el blog». Imagino que tenía una idea acerca de un texto, quizá un chiste, cualquier cosa; ahora no recuerdo nada pero aquí estoy, escribiendo sin escribir, contando sin contar. Patético.

Alguien toca el timbre, yo no pienso abrir —para variar—. Total es alguien vendiendo la quintaesencia de la libertad o un seguro para no morir sin sentido.

Vuelvo a mirar el calendario. Sigue siendo diez de junio, sigue siendo la una y algo de la tarde, sigue sin hacer ni calor ni frío y sigo estando solo con mi resaca de veintitantos años.

Daniel.

3 comentarios:

Kellyest dijo...

Siempre me ha gustado leerte :)
Y deberías abrir la puerta mas seguido, no vaya a ser que algún día sea algo mas que una esencia o un seguro.

Be. dijo...

me acordé de la canción de No me nombres de Javier y Andrés Calamaro que dice:. "ahora que parece que «para siempre» no dura tanto, que nunca, que toda la vida de repente es un rato.."
(:

Tatiana Brito dijo...

Me identifico hoy con aquélla frase "escribiendo sin escribir, contando sin contar. Patético." Ya veo que la memoria es nuestra caja de pandora. Hoy descubrí que lo que más le tengo miedo es a olvidar, a no recordar, por ejemplo, con los libros, soy consciente de que sin ellos no puedo vivir, me transportan a lugares en lo que nunca he estado y mi imaginación vuela. Así mismo, ellos son los que me controlan mis estados de ánimo. Pero olvido. Quiero recordar una frase y no sé en qué libro la leí, quiero recordar un personaje y me confundo, quiero escudriñar en las páginas y no logro saber el capítulo ni el título. Mi desorden no tiene límites...quiero escribir y no logro hacerlo por culpa de las palabras. Todas agraciadas y desgraciadas que turban. Culpables de mi emotividad.

Paniagua,cómo haces?